
La mirada sin flequillos puesta en el horizonte de los momentos únicos, es el precio a pagar por masticar hiel, por dejar volar libre al pájaro del reloj de cuco.
Y entonces las cometas son cometas, la luz en los ojos son estrellas, la saliva se vuelve arena y los latidos del corazón como notas de una sinfonía se unen. Enmudecen los grillos, cenan los indígenas corros de la patata y caen monedas negras.Se visten los árboles, se desnudan las quemaduras y sin ver, miran las hojas el pasar del invierno. La velocidad suda desgracias, la puesta de sol se antoja y brota a borbotones sangre de las piernas de la luna. Desde aquí, veo yo pasar angustiosa la cabalgata de mentiras, y me siento dichoso, por no ser más que una mota de polvo sobre una figurita.
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