lunes, 20 de julio de 2009


FERNANDO MERLO - A MIS VENAS


Estos cauces que ves amoratados
y de amarillo cieno revestidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.

Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.

Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno breve,
blanco caballo con la sien de nieve.

Trotando corazón y sentimiento
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal la lenta muerte.

JULIO CORTAZAR - RAYUELA (Cap.68)


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

jueves, 16 de julio de 2009

Mi niña ñoña


Tus ojos de pipos de sandía maullan al sol y mecen al niño mientras se orina en la cuna. Busco en tu pelo un algoritmo, la ecuación que mueve las galaxias, el secreto de tu candidez. Me arrastro sobre cometas de nieve, desacelero el tiempo hasta detenerlo tanto que soy capaz de deleitarme días con uno de tus pestañeos. Abanico el agua de cascadas gigantescas y hago madrugar mucho a los grillos para saborear tu despertar cuanto ántes. Tu voz de niña ñoña, tus gestos de niña ñoña, tus juegos de niña ñoña, pueden conmigo y te me entregan sin peajes, sin nudos, sin descanso.